viernes, 17 de junio de 2022

Tierra de Furtivos, el mejor Country Noir con sabor vasco

 

Ayer terminé de leer Tierra de Furtivos, nueva obra del género "country noir" de Óscar Beltrán de Otálora. Y la disfruté tanto, que me ha robado un par de noches de sueño estos días pasados. Es una obra de calidad dentro del género por varios y poderosos motivos, que expongo a continuación:

1-Parte de un conocimiento profundo del entorno que describe. En esta novela el paisaje está vivo. Es parte vital de la trama, y junto a ella crea una psicosfera inquietante, como si la maldad del narcotráfico y el terrorismo, o los horrores de la guerra civil dejaran su impronta negra y esta se entreverara con las ensenadas negras, los parajes boscosos umbríos y las lóbregas riberas. Y aún así, hay luces; luces en los personajes, en las buenas acciones que despuntan entre los negros designios; y luces en fin, en el paisaje. En forma de puestas de sol, de cigüeñas que regresan al nido sin que los sempiternos furtivos las perturben...

2-Se trata de una obra muy cinematográfica. El autor consigue que veamos las escenas y las olfateemos, que las sintamos en definitiva. Entronca así con obras como "La Isla Mínima" y "True Detective". Obras donde las cosas no son lo que parecen y siempre se descubre algo nuevo, entre parajes solitarios a la luz de linternas.  

Beltrán de Otalora, 'Tierra de Furtivos' y la Euskadi Noir 

Imagen de Elcorreo

3-Se trata de una oda a la sempiterna lucha del bien contra el mal, aunque sin moralinas baratas; los personajes protagonistas no son héroes sino antihéroes o mejor; héroes crepusculares que pactan con sus propios diablos y recorren toda una escala de grises en su camino hacia la luz.

4-La obra esconde un auténtico compendio de historia en la que podemos aprender de los crímenes perpetrados por las tropas franquistas o los etarras.

5-Es una obra de rabiosa actualidad, que nos informa de dos problemas que preocupan a las propias autoridades vascas; como son la proliferación del narcotráfico del cannabis en los montes vascos, una fuente de violencia nada desdeñable: o la creciente radicalización de ciertos sectores de la juventud abertzale, nostálgica de una ETA que nunca han conocido.

6-La construcción de los personajes es otro de los puntos fuertes. Priman los héroes improbables, y los personajes excesivos; pero que nadie piense que esto le quita realismo, pues a menudo la realidad supera la ficción. Y rápidamente uno ha pensado en algunas personas reales que podrían estar detrás de los protagonistas, aunque al final ha resultado que no era como yo creía. Los nombres de Tierra de Furtivos son posibles y existen, aunque sea de forma ajena a la voluntad del propio autor de la obra; uno conoce muchos Aguirres y algún Arriola. Y se ha cruzado con Virginias y Mikeles.

7-Pero lo mejor de "Tierra de Furtivos" es que es divertida y de lectura ágil. Una vez se ha empezado, uno ya no puede dejarlo hasta que ha solventado todos los oscuros secretos del pantano alavés. Así que animo a que se atrevan, porque ya no podrán escapar...

miércoles, 24 de octubre de 2018

Idoia Lajo Segura, in memoriam









Querida Ido, amada:

Soy Aitor, tu Aitor. Te hablo hacia dentro porque afuera no estás. Ya no estás. Por eso he decidido hacer magia; un truquito que te robe del cielo y te plante en mi alma. Voy a abrirte un espacio entre mi pecho y mi espalda. Vivirá allí tu sonrisa cálida y esa mirada de lista tan de tu casa. Así podremos jugar otra vez fuera del tiempo; desdeñar el ocaso por la alborada.

Parece que fue ayer cuando nos hicimos amigos en aquel viaje por Europa en furgoneta. Dejaste entonces de ser la hermana de Pablo y la novia de Alberto, para ser mi amiga. Treinta días juntos, riendo y llorando, pasándolo en grande. Allí descubrí a Ido, mi Ido: Confidente, divertida,  preocupada siempre por tus amigos.

Te ganaste a pulso un hueco en mi vida y ya nunca dejamos de compartir momentos: en las calles de Vitoria y de Madrid; bajo las luces de Menorca y de Cullera; y en los espacios cortos: en tu casa, en la mía, en los bares, en la terraza de tus padres... Me presentaste a mi mujer, Lucía, en el seno de dos viajes a la nieve. Y -yo lo sé- hiciste todo lo posible para juntar a dos almas que intuías gemelas. Te saliste con la tuya y nos volvimos inseparables los cuatro. Alberto y tú. Lucía y yo. Y, cuando llegaron, también los niños: Javier, Diego y Silvia; y Aitana y Jorge.

Gracias a ti -no lo dudes- fuimos felices, porque la alegría se construye en un sinfín de momentos cálidos y cercanos. La felicidad no es sino un amor compartido que se repite en los rincones domésticos. Se hará muy raro ir a buscar a los niños a inglés y no verte aparecer con esa sonrisa que no te la quitó nadie, ni aún la certeza de una muerte anunciada. Me duele el alma al saber que no estarás para el aperitivo, mientras los niños juegan en los columpios, en las terrazas de El Prado, El Estadio o Amárica. Pero te prometo ser fuerte como lo fuiste tú, como lo está siendo Alberto (estarías orgullosa de él) para evitar que el barco zozobre. Pero a cambio tendrás que ayudarme, volviendo conmigo cuando te piense, acompañándome siempre como en aquel primer viaje en furgoneta.

Querida Ido, amada:

Soy Lucía, tu Lucía. Te hablo hacia el alma porque tu cuerpo no está. Ya no está. Pero no voy a dejar que te vayas; plantaré tu semilla en mi tierra soñada; serás en mi jardín lirio de gua y calor en mi morada. Seguirás poniendo la sal de mi jornada. El ayer se unirá al presente y la noche con la mañana. Voy a rescatarte cada día con una nana.  

Tenía 24 años, -tú ya 25 que siempre has sido seis meses mayor- y empezaba mi primer trabajo. Era un 3 de noviembre de 2003. Me pusieron en una mesa a tu lado y ya nada fue lo mismo. Desde entonces hemos estado literalmente “pegadas”; durante quince años compartiéndolo todo.  Imposible resumir una vida llena de momentos, imposible sintetizar “nuestra amistad perfecta”. Hemos vivido tantas cosas Ido, hemos sido tan felices "confabulando", "retroalimentándonos” (como diría Elena); nos hemos prestado nuestras familias, nuestros hermanos, nuestros amigos. Y lo hemos disfrutando tanto…

El 7 de febrero de 2009 hablé en tu boda. No pude hacerlo en tu despedida. Pero de haber tenido fuerzas lo habría hecho. Y volvería a recorrer contigo la vida, aun conociendo el final. Volvería a pasar por todo este dolor, porque me ha compensado tanto tenerte… No me has podido dar más, Ido; me has dado a Aitor, me has dado a Elena y a Marga, me has hecho madrina. Y, sobre todo, me has querido tanto, que yo solo sé “que sin ti duele más” y que “quiero que vengas conmigo a cualquier otra parte”.

Querida Ido, amada:

Somos Aitor y Lucía: Tu Aitor y tu Lucía. No por anunciados, los inviernos son más suaves. Y así nos has dejado, desorientados, perdidos, sumidos en las penumbras en las que, sin embargo, nunca quisimos creer. A tus 40 años, te has marchado como las buenas y las valientes: repartiendo tesoros en forma de instantes bellos; insuflando vida a todos los que te amaban: a tus hijos y a tus hermanos; a tu marido, a tus suegros y a tus padres; a tus compañeros de trabajo y a tus amigos; y encarando tu enfermedad con el valor de la madre que se sabe responsable de tres niños pequeños.

Serena y dura como una gema, nada parecía hacerte mella: "Tan solo pido vivir un poco más para ver a mis hijos más crecidos", comentaste a algún amigo próximo. Sin rastros de amargura, siempre pensando en el resto; empeñada en envolvernos en tus luces un día más, un mes más, un año más. No ha podido ser. Te nos has ido.

Pero queremos despedirnos diciéndote que tu vida no ha sido en vano; que seguiremos descubriendo tu sonrisa bajo las hojas de Leortza, y atisbando tu silueta bajo las noches de Cullera; serena ante la muerte, vital ante la vida. Genuina. Bella por dentro y por fuera. Siempre Ido, nuestra Ido querida y amada.

Contigo siempre...

Aitor Salazar Comet y Lucía Rodríguez Mosquera

domingo, 9 de octubre de 2016

El desierto detenido



Viajamos por la llanura del Tiris, al sur de los “territorios liberados” del Sahara Occidental, un paraíso natural y arqueológico sin igual. Los únicos asentamientos estables de sus 30.000 kilómetros cuadrados son tres fuertes de origen español ocupados por un puñado de guerrilleros polisarios.

Miguel Gutiérrez-Garitano


 
Turno de guardia en el fuerte de Aguenit (foto:Rafa Gutiérrez Garitano). 








No existe ningún lugar en África como el desierto del Tiris, al suroeste del Sahara Occidental. Se trata de una enorme llanura granítica atrapada en el siglo XIX, pues en su interior no hay carreteras, ni tendido eléctrico, ni núcleos urbanos, ni casi presencia humana en los aproximadamente 30.000 kilómetros cuadrados de arena y piedra calcinada que conforman el paisaje.

 
El desierto del Tiris es una vasta extensión de cientos de kilómetros de desierto (foto:Rafa Gutiérrez Garitano).


Tras la invasión marroquí, que sucedió a la marcha de España en 1975,  el Sahara Occidental quedó dividido en dos por un muro de 2700 kilómetros de longitud construido por el ejército alauí para contener a la guerrilla del Frente Polisario. La costa y las grandes ciudades e infraestructuras quedaron en manos del invasor, al oeste del monstruo bélico. Hacia oriente, mientras tanto, se abre un desierto virgen cuyos límites ni siquiera aparecen en los mapas: el Tiris.  En muchos aspectos se trata de un país detenido en el tiempo, como sacado de las obras literarias de P. C. Wren o Pierre Mc Orlan; relatos idealizados de combates entre legionarios y beduinos con un fondo de oasis, dunas y sebjas (llanuras de sal). Pero los legionarios españoles hace tiempo que partieron y su recuerdo se mantiene solamente en la línea de fuertes de paredes encaladas que dejaron y que se remontan a las primeras décadas del siglo XX. Los descendientes de los beduinos, por su parte, hoy son los dueños y señores de un país que controlan y vigilan bajo la enseña del Frente Polisario.

Los guerrilleros del Frente Polisario son aquí los señores; por la noche relatan historias junto a la hoguera (foto:Rafa Gutiérrez Garitano).

 En el norte de los "Territorios liberados" -como se conoce al Sahara Occidental controlado por la guerrila saharaui-  abundan los cooperantes, periodistas y activistas extranjeros. Pero estos son una excepción en el Tiris, pues la región queda a más de mil kilómetros de duro desierto de núcleos como Tifariti o Bir Lehlou o los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia.  Fuera de un pírrico campamento de observadores de la MINURSO -encargados de verificar que se respeta el alto el fuego entre el Polisario y Marruecos-, en el Tiris habitan solamente los guerrilleros que nutren las guarniciones de los fuertes, sus familias y unos pocos cientos de pastores nómadas que entran y salen desde Mauritania. 

 
Vigía en el fuerte de Duguech (foto:Rafa Gutiérrez Garitano).

Alojados en los viejos blocaos de Aguenit y Dugech, compartimos con los guerrilleros su té y su arroz con cordero -prácticamente lo único que tienen- y somos testigos de la dureza de las condiciones de vida con que habitan estos hombres y sus familias. "Hace mucho calor y tenemos problemas de abastecimiento -nos confiesa Salem Agib, alcalde militar de Duguech-. El agua, la gasolina, los alimentos, las medicinas, etc., deben ser traídos desde Tinduf. Escasez que -como asegura el primer edil- se traduce en problemas como una alta mortalidad infantil. A pesar de ello, este pequeño ejército no permanece con los brazos cruzados sino todo lo contrario. En una llanura asistimos al despliegue de las "unidades móviles" del Polisario, que simulan un ataque con rápidos todoterrenos armados con cañones antiaéreos ZU-23-2 de fabricación soviética. "Se organizan continuamente misiones de instrucción, vigilancia del territorio y maniobras", asegura el coronel Moulud, jefe de la Séptima Región Militar del Sáhara (los fuertes de Aguenit, Duguech y Mijek, son las sedes, respectivamente, de las Séptima, Primera y Tercera Regiones Militares del Sáhara).

El coronel Moulud pasa revista a las tropas antes de unas maniobras (foto:Rafa Gutiérrez Garitano).


Después acompañamos a las patrullas frente al muro donde acecha "el enemigo marroquí" y a lo largo de la frontera mauritana, donde, en pasos como el de Zug, se detiene cualquier vehículo como se haría en cualquier aduana. "Ni contrabandistas ni yihadistas pueden pasar por aquí", asegura Moulud en este sentido. La belleza natural, a pesar del rigor del clima, es apabullante: Junto al río Atui, bajo  las montañas rojizas de Anzagzag los rebaños de dromedarios conviven con gacelas y tímidos fénecs, los pequeños chacales del desierto. La única nota discordante lo constituyen los restos de la guerra que los saharauis mantuvieron contra Marruecos y Mauritania desde 1975 hasta 1991. Aquí y allá los cadáveres de obuses y artefactos bélicos traen los ecos de pasadas batallas. 

Todo el territorio está lleno de restos bélicos (foto:Rafa Gutiérrez Garitano).


"Este carro lo capturamos en la batalla de Tichla", nos comenta un guerrillero frente  los restos de un tanque Patton medio hundido en la arena. Responde al nombre de Sidati Muro Molud y es nuestro guía, pues nació en el Tiris y conoce la región mejor que nadie:  "aquel día cargamos contra ellos frontalmente, y, aunque nos superaban en número, les hicimos cien prisioneros y capturamos varios tanques. Aunque este -zanja mientras señala el carro- se estropeó por el camino y tuvimos que abandonarlo aquí". Sidati es el típico hombre del desierto; con sonrisa de niño y ojos sabios en un rostro que es un puro cuero, parece un personaje de la novela "Beau Geste". Participó en todas las batallas de aquella guerra y antes de eso perteneció a la policía indígena española: "número profesional 15.318, tercera compañía de Esmara", recita todavía.

Sidati Muro Molud, retrato (foto:Rafa Gutiérrez Garitano).


El sueño de cualquier arqueólogo

 El Tiris saharaui es el paraíso para los amantes de la arqueología. Lo constatamos en Leyuad, una agrupación de escarpes graníticos que se elevan cerca del muro marroquí. Los nómadas aseguran que es un paraje encantado pues el viento produce extraños sonidos al atravesar las cumbres; "ese ruido -dicen- lo producen los yuns, los diablos del aire que habitan las cimas ". Sus rocas guardan auténticas joyas del arte rupestre, como las pinturas y los grabados de la cueva de la Djina.
El fuerte de Aguenit guarda además los materiales recopilados por una misión arqueológica de la Universidad del País Vasco que cuenta con apoyo del Gobierno de la RASD. Coincidimos con su responsable, el arqueólogo Andoni Sáenz de Buruaga que, como un moderno explorador, lleva a cabo un estudio multidisciplinar arqueológico y etnográfico que comenzó en 2004. "Hemos descubierto más de 4.000 túmulos de enterramiento e innumerable material lítico", anuncia.  

Relieves prehistóricos en una cueva de la región de Leyuad (foto:Rafa Gutiérrez Garitano).


Andoni Sáez de Buruaga muestra el material recolectado (foto:Rafa Gutiérrez Garitano). 




lunes, 19 de septiembre de 2016

La humanidad partida: treinta años de muro en el Sahara Occidental



Viajamos en torno al muro marroquí: 2700 kilómetros de taludes de arena, fosos, fortificaciones, alambradas, radares, soldados y millones de minas que parten por la mitad el Sahara Occidental.

Familias separadas, miles de muertos y mutilados y el empobrecimiento de amplios sectores poblacionales son algunas de sus consecuencias directas.

Miguel Gutiérrez-Garitano


Un oficial del Frente Polisario vigila el "Muro de la Vergüenza" a distancia (foto: Rafa Gutiérrez Garitano)


En el Sahara ocupado, acercarse al muro puede ser muy peligroso. El que escribe estas líneas lo sabe bien, pues pisó una mina en las montañas al este de Aussard, a un puñado de kilómetros de la gran pared, al sur del Sahara. Hubo fortuna y no estalló, pero cientos de ciudadanos saharauis no han tenido la misma suerte. Alcanzar el muro desde dentro está prohibido, pero su presencia, el odio humano que lo precede, se atisba en todo el país. Dejada atrás la localidad de Tarfaya, empiezan las barreras,  los check points, los interrogatorios y los malos modos que informan de que uno se encuentra en un país en estado de excepción. No sólo el clima es bélico, sino que no hay más que cuarteles y uniformes por doquier. Una marea verde desde El Ayoun, hasta Dahkla. Y la población saharaui, represaliada, se cuida mucho de contar según qué cosas. En este caldo de cultivo el extranjero no es bienvenido. En la ciudad de Esmara, de hecho, me ponen vigilancia y me siguen a todas partes. En El Ayoun -a donde llego el mismo día que una comisión de parlamentarios españoles- me obligan a abandonar la ciudad en dirección sur. Sólo en la carretera de Aussard encuentro el paso abierto, pero no hacia el muro, sino hacia los campos minados invisibles que lo preceden. Campos llenos de restos de los refugiados que huyeron hacia el este en 1975 mientras el ejército marroquí les bombardeaba con fósforo blanco:  sobre la arena todavía ennegrecida hay maletas, botes de conservas, zapatos y ropa, restos de animales...Y otros recuerdos de guerra y muerte: la alargada sombra del muro.



Porciones del muro en las regiones de El Guerguerat, hoy en disputa y Aguenit (fotos: Miguel Gutiérrez Garitano y Rafael Gutiérrez garitano).


Decenas de muertos y mutilados cada año
Cada año se produce un goteo de muertos y mutilados debido a las minas y obuses abandonados a ambos lados del muro. En el Sahara hay entre siete y diez millones de estos artefactos, convirtiendo el territorio en uno de los más contaminados del mundo. Se calcula que debido a ello hasta ahora han muerto 2500 personas y un número mucho mayor ha sido mutilada. Un horror que no sólo afecta a la población humana, ya que las pérdidas de cabezas de ganado se cuentan por miles. En la región de Tiris, la más meridional del Sahara liberado o Sahara bajo el control del Frente Polisario, las familias nómadas padecen esta lacra a diario:  "Mi hijo pequeño estaba jugando no muy lejos de aquel matorral cuando pisó una mina. Hoy está bien, pero debido a la explosión le quedaron secuelas en una pierna", nos explica Hassina Samu, de la familia  Samu Sidi Alal.


La familia Samu Sidi Alal ha perdido mucho por culpa del muro (fotografías de Rafael Gutiérrez Garitano)

A la sombra del muro habitan decenas de familias nómadas, que se desplazan con el ganado a aquellos lugares donde llueve y brota el pasto, lo que en ocasiones les acerca sin ellos saberlo a los campos minados. Los civiles que encontramos aseguran  que los soldados marroquíes disparan para divertirse sobre los camellos de los beduinos, ante la impasibilidad de la ONU. La economía de las familias nómadas, coartado su desplazamiento estacional, se ha visto seriamente afectada. Es el caso de la familia Samu Sidi Alal, cuyo ganado, doscientos camellos, cruzaron el muro para nunca más volver. "Los soldados marroquíes -asegura Hassina con el pequeño Mohamed en brazos- no nos dejaron cruzar a recuperarlos y hoy solamente tenemos dos camellos. Lo hemos perdido todo". Consecuencias que no sólo afectan a la población de Sahara Occidental; el muro y el esfuerzo bélico desplegado suponen un esfuerzo económico enorme para los ciudadanos de Marruecos en hombres, armas y material. Un gasto anual de más del 3% del Producto Interior Bruto (PIB), que Marruecos trata de contrarrestar con el expolio de los recursos naturales del Sahara.

Una sociedad mutilada y separada
Pero lo terrible del muro es que separa a las personas. En un inicio el muro marroquí solamente rodeaba el denominado "Triángulo útil": las principales ciudades y la mayor fuente de riqueza del territorio, la pesca y las minas de fosfatos. Pero después se construyeron cinco muros más conectados entre sí hasta que toda la antigua colonia española quedó partida de norte a sur. Y con ella las familias saharauis. Solamente hace pocos años la ONU creó los corredores humanitarios, programa gracias al cual se permite a personas cruzar el frente para reunirse con sus familias.

Mohamed Salem Kori no pudo ver a su familia en 30 años (Rafael Gutiérrez Garitano).


"Llevaba 30 años sin ver a los míos -dice con un hilo de voz Mohamed Salem  Kori- y hace dos años, al fin, pude reunirme con ellos". Tiene 55 años, y trabaja de chófer, aunque antes se ocupaba "de construir los pozos de agua de la zona de Aguenit", donde reside hoy. "¿Cómo fue el reencuentro?", le pregunto. Pero él sonríe con una tristeza infinita y zanja: "no se puede describir con palabras". El trauma psicológico que supone separar completamente una sociedad es tremendo. En el Sahara ocupado las represalias contra civiles están a la orden del día. En el Sahara no controlado por Marruecos no hay represión, pero sí miles de minas y un territorio duro pobre y desértico. Y en mitad un enorme monstruo humano, el muro, que ha mutilado a una sociedad entera.

Desconocido en España
Si preguntamos a personas de nuestro entorno por el Muro de Sahara Occidental, conocido también como Muro marroquí o Muro de la vergüenza, descubriremos que en España muy poca gente lo conoce, a pesar de que su extremo norte comienza a unos cientos de kilómetros al sur de Tarifa. Y el desconocimiento sorprende teniendo en cuenta que se trata de la segunda edificación más grande levantada por el hombre tras la gran muralla china y la mayor que permanece en uso. Tiene su origen en la Guerra del Sahara que enfrentó al Frente Polisario con los ejércitos de Mauritania y Marruecos entre 1975 y 1991, conflicto aún a la espera de resolución. Mauritania se retiró en 1979. Y la guerra no convencional  emprendida por el Frente Polisario desmoralizó al ejército marroquí, que perdió mucho material y muchos soldados, hasta que solicitó ayuda occidental al final de la década de 1970. Y así surgió el horror del muro, gestado por el ingenio israelí y con ayuda financiera saudí. Cumplió su objetivo de estabilizar la guerra, pero el Gobierno de Marruecos gasta anualmente una cantidad de dinero monstruosa en mantener esta muralla y a los medios humanos y materiales que los sustentan.


Brahim Mustafá y sus hombres vigilan una porción abandonada del Sexto Muro (Foto: Rafael Gutiérrez Garitano)


Fosos, fuertes, minas y radares de alta tecnología
"Cada cuatro o cinco kilómetros el muro está dotado de un fuerte pequeño de infantería, ya sea de tropas convencionales o de tropas especiales, junto a uno grande de carros. La pared está precedida por dos fosos, alambradas y una línea de minas, que crece en las áreas entre fuertes", nos explica  Brahim Mustafá, Jefe de Compañía de Duguech. Acompañamos a una patrulla del Frente Polisario en sus labores de vigilancia frente al muro (siempre a la distancia establecida por los tratados), que, según Mustafá, es de tal tamaño que no puede ser vigilado solamente por soldados. "En muchos tramos aprovecha las montañas y accidentes naturales. Y donde no hay hombres, hay muchas más minas. Además, también hay radares que detectan el movimiento a decenas de kilómetros, como el que está en aquella montaña", dice mientras señala al horizonte, a una mole orogénica a la que alude como "Tederrurart". Luego zanja: "ahora mismo ya sabrán que estamos aquí".
El guerrillero nos muestra una porción abandonada del sexto muro y nos explica: "Los marroquíes se dieron cuenta de que la línea de montañas era más defendible; en esta llanura les hostigábamos continuamente, así que retrocedieron y montaron otra muralla cerca de Aussard y Tichla". Luego continuamos nuestra marcha por este campo de guerra y muerte. Por el día observamos las fortificaciones con prismáticos; por la noche escuchamos a la luz de la hoguera viejas historias en boca de los veteranos. Historias trágicas sobre el muro.
Pesquero en la costa del Sáhara ocupado (Miguel Gutiérrez-Garitano).

Campo minado junto al muro, cerca de Aussard, Sáhara ocupado (Miguel Gutiérrez-Garitano).

Imagen del cuartel marroquí de Dakhla (Miguel Gutiérrez-Garitano).


El muro, en datos y cifras:
Tamaño y estructura
-Es la segunda construcción humana más grande tras la gran muralla china y la más grande en uso. Tiene unos 2.700 kilómetros de longitud; lo vigilan 180.000 soldados del ejército marroquí; y está flanqueado por, entre siete y diez millones, de minas.
-Cada cuatro o cinco kilómetros está dotado de un fuerte pequeño de infantería, junto a uno grande de carros. la pared está precedida por dos fosos, alambradas y una línea de minas, que crece en las áreas entre fuertes. Además, también hay radares sobre las montañas y tropas de fuerzas especiales.
-El frente está vigilado por puestos de la misión de la ONU (MINURSO) encargada de verificar que se mantenga el alto el fuego establecido desde 1991.


Mapa de Sáhara Occidental y del muro que lo divide de norte a sur (Íñigo Cobeta).


Historia y objetivo
-Parte de norte a sur todo el territorio del Sahara Occidental. Al oeste del muro, bajo autoridad marroquí, están las principales ciudades -El Ayoun, Esmara, Bojador, Dahkla...-, además de las minas de fosfatos de Bucraa y los caladeros de pesca. Al este, arena, roca, los refugiados saharauis y el ejército del Frente Polisario, en una franja de desierto a cuyos habitantes aluden como "territorios liberados".
--Su estructura está Inspirada en la línea Bar Lev, muralla erigida en 1973 por los israelíes en la orilla este del canal de Suez para contener al ejército egipcio en las guerras árabe israelíes.
-Su objetivo era estabilizar la guerra, impedir y acotar las acciones de guerrilla del Polisario.
-Se construyó en ocho fases sucesivas, desde agosto de 1980 hasta abril de 1987.

Minas y víctimas
Según datos de la ONU en Sáhara Occidental todavía hay 100.000 kilómetros cuadrados minados. Su número es difícil de calcular; se estima que ronda entre los 7 y los 10.000.000 cifra defendida por el Pentágono.
Las minas y obuses de la guerra han causado unas 2500 muertos y miles de mutilados, además de la pérdida de miles de cabezas de ganado.