El
religioso vasco fue asesinado hace un cuarto de siglo por miembros de la tribu
tagaeri a quienes intentó proteger. Sin embargo hoy quedan muchos cabos por atar. ¿por qué el helicóptero que le asistía lo abandonó en territorio hostil y no regresó hasta el día siguiente? Sus
compañeros capuchinos señalan que su
muerte, llena de incógnitas y cabos sueltos, pudo deberse a una conspiración
urdida por las petroleras
![]() |
Alejandro e Inés junto al helicóptero que les llevaría hasta su muerte a manos de los tagaeri (fuente: capuchinos de Ecuador). |
El 21 de julio de 2012 se cumplieron 25 años de
la muerte, en las selvas amazónicas del Ecuador, del Obispo y hermano capuchino
Alejandro Labaka Ugarte y de la monja Inés Arango, misionera terciaria
de la misma orden. Nunca antes, ni siquiera en los
turbulentos siglos de la conquista de América, un prelado había caído en
primera línea, bajo las lanzas de un puñado de indígenas desnudos. Sucedió en
1987 en los bosques profundos del Oriente ecuatoriano, entre los ríos
Cuchillacu y Tiguino en el corazón de lo que hoy es el Parque Nacional del
Yasuní. Un helicóptero alquilado bajó a Labaka y su compañera a un claro donde
se levantaba una choza perteneciente a los indios tagaeri. El vasco descendió primero
y se despojó de las ropas. Inés guardó el pañuelo que cubría su cabeza y se
quitó los zapatos. No había rastro de los indígenas y el helicóptero se alejó,
prometiendo volver al poco rato. Pero no lo hizo. Regresó al día siguiente para
toparse con una escena dantesca: Labaka y Arango han fracasado en su intento de
hacer amistad con los tagaeri. El cadáver del primero yace recostado sobre un
tronco, en mitad de un claro, con 84 lanzas y otros tantos orificios
traspasándole el cuerpo. Lo que queda de Inés aparece después, junto a la
cabaña, con 21 lanzas en su carne y una expresión de sufrimiento tal que su
visión espeluzna a la tripulación de la aeronave. De los indios, ni rastro. ¿Qué
pudo suceder? ¿Por qué el Obispo y la monja se empeñaron en contactar con una
tribu tan hostil? ¿Por qué no regresó el helicóptero? Existen muchas incógnitas
y algunos cabos sueltos en torno a la muerte de los misioneros.
![]() |
Alejandro e Inés en pleno trabajo (fuente: capuchinos de Ecuador). |
La última guerra india
El lugar donde murió Labaka se encuentra en el
corazón de la Zona Intangible, o territorio reservado –desde 1999- por el Gobierno
de Ecuador a los taromenane y tagaeri, dos clanes de la etnia huaorani que
permanecen en aislamiento voluntario. En la práctica, por desgracia, la zona es
violada de continuo por los empleados de las compañías petroleras y por
madereros ilegales. Hay guerra bajo los árboles y, aunque los indígenas se han
llevado la peor parte, de tanto en tanto salen de la espesura y asesinan a
colonos inocentes.
Los orígenes del conflicto se remontan a los años
70, cuando, el empuje de las petroleras –que operan en Ecuador desde fines del
siglo XIX- empezó a desplazar a los indígenas de sus territorios tradicionales.
Estos respondieron con las lanzas, sólo para caer masacrados por las armas de
fuego de los invasores. El mismísimo Tagae, el jefe que dio nombre al clan
tagaeri, murió tiroteado por el cocinero de un pozo petrolífero. Para entonces
Labaka ya era conocido entre los clanes huaorani contactados. Durante años se
había dedicado a aprender a hablar, vestir, comer y vivir como ellos. Tras la
matanza –en 1977- de tres obreros perpetrada por los “intangibles”, el vasco
echó sobre sus hombros la responsabilidad de mediar entre las partes y
restablecer la paz. Asistió y ayudó a los colonos pobres y defendió los
derechos de los tagaeri frente a las compañías y gobierno ecuatoriano.
Las muertes de Alejandro e Inés no fueron las
últimas de esta guerra demencial. Los ataques de los tagaeri-taromenane se
multiplican, sobretodo, en torno a las carreteras abiertas por las petroleras y
en las riberas de dos ríos: el Cononaco Chico y el Cuchillacu. Cerca de la
carretera conocida como Via Auca, Tepa, la nonagenaria hermana del legendario Tagae me relata la
matanza de leñadores sucedida junto al bloque Armadillo, en marzo de 2008.
“Eran un grupo de hombres que serraban árboles de chuncho y cedro; llegaron de
improviso y los cogieron desprevenidos. Uno de los hombres, José Castellanos,
quedó alanceado como un alfiletero y murió al instante”. Tal y como nos aclara,
este ataque respondió a otra matanza de indígenas perpetradas pocos meses antes
por los colonos. La prohibición del Gobierno de entrar en la Zona Intangible es
ignorada una y otra vez.
Pude entrevistar a Tepa, la hija de Tagae, el mítico jefe tagaeri (foto del autor). |
![]() |
El maderero José Castellanos fue atacado y muerto mientras trabajaba en territorio intangible (fuente: policía de Ecuador). |
El río Cuchillacu
Tras diez días en la Zona Intangible, navego por
el río Tiguino, escenario de la muerte de Monseñor e Inés Arango, pero no
encuentro sino selva y soledad, y, de tanto en tanto, algún cazador huaorani
solitario. Más abajo, en la comunidad Bonamo, ya en el rio Cononaco, me cuentan
que ya no hay tagaeri en el lugar donde murió Labaka. Los responsables de su
muerte escaparon por temor a represalias a las riberas del río Cuchillacu. Les pido que me lleven en sus canoas a motor y
me depositen al comienzo de ese río para poderlo descender en mi kayak, el “Tritón”.
En un principio, se niegan con rotundidad, pues me explican que, debido a la
estrechez de la corriente, en caso de ataque desde la orilla, sus largos
esquifes a motor no pueden dar la vuelta con velocidad y escapar río abajo. Al
final, tras ofrecerles el kayak a cambio, aceptan llevarme, aunque se muestran nerviosos mientras remontamos el
río, y me enumeran los nombres de varios leñadores que han sido asesinados allí.
El autor del reportaje en las cercanías del lugar donde murió Alejandro (foto del autor). |
Asesinados por la comida
Por suerte, mi descenso del Cuchillacu, aunque
resulta una experiencia turbadora y solitaria, termina felizmente. En la
desembocadura me esperan Bartolo y Caiga Baihua, de la tribu huaorani,
preocupados por mi seguridad. Opinan que Labaka fue una suerte de alucinado
suicida y no pueden ocultar que no comprenden su afán por “molestar” a los
tagaeri, pues “aquí no se le había perdido nada”. De la acción aculturadora de
los misioneros opinan que “solo queremos que nos dejen vivir”. Su hermano Otobo
cree que fue la comida que llevaba Alejandro lo que provocó la agresión. “Los
tagaeri, como nos pasó a nosotros la primera vez que probamos la comida
artificial, se sintieron indispuestos tras comer los víveres que traían
Alejandro e Inés. Creyeron que les habían envenenado y los ancianos de la tribu
los mataron con sus lanzas”, asegura.
Miembro de las comunidades huaorani del río Cononaco (foto del autor). |
La historia de Omatuki
Sin embargo, la verdad sobre el final de
Alejandro Labaka me la cuenta el Capuchino navarro (nació en Guembe aunque vive
en Ecuador desde 1985) Txarly Azcona en el Vicariato Apostólico de la ciudad de
Coca. “Supimos lo que les pasó a Alejandro y a Inés gracias a Omatuki, una niña
tagaeri que fue capturada en 1993 por los huaorani del río Tiguino. Omatuki nos
contó cómo su grupo mató al <<hombre gordo>> (Alejandro Labaka)”.
Al parecer, Alejandro e Inés fueron recibidos amigablemente por las mujeres,
pues los hombres estaban cazando. Cuando estos regresaron se precipitaron los
acontecimientos. El jefe, un guerrero anciano, tras discutir con las mujeres,
cogió a Alejandro del pelo y le atravesó con su lanza. Al instante le imitaron
los demás”. Pero la peor parte se la llevó la pobre Inés, como asegura Txarly
con un hilo de voz: “Alejandro murió con rapidez, pero Inés pudo verlo todo.
Las mujeres la escondieron en una choza y la defendieron todo lo que pudieron,
pero, al final, fue descubierta. La mató un guerrero joven introduciéndole una
lanza en la vagina”. Terrible final para quienes buscaban la salvación del
pueblo tagaeri.
Acción
desesperada
Cuando le pregunto a Txarly sobre la razón y el
empeño de Alejandro de “pacificar” a los indígenas, él me responde
esclarecedor. “La gente piensa que Alejandro quería evangelizar a los tagaeri,
que le movía un afán proselitista, pero se equivocan. El 17 de julio de 1987,
pocos días antes de su muerte, en una reunión con los altos representantes de
Petrobrás salió decidido a introducirse en el territorio de los intangibles. La
razón la sabemos hoy: se había enterado de que un antropólogo contratado por
las petroleras, comandaba un ejército destinado a echar a los indios de su
territorio o borrarlos del mapa. Alejandro pensó que sería capaz de convencer a
los tagaeri para que se mudaran pacíficamente. Pero fracasó”.
Una muerte
sospechosa
Azcona, que me enseña una de las lanzas que
mataron a Moseñor que guardan los capuchinos de Coca, también me traslada sus
sospechas sobre la actitud de la tripulación del helicóptero que llevó a los
misioneros, y que estaba a sueldo de las petroleras. “Según lo acordado debía
volver una hora más tarde, pero –según aseguró el piloto- se perdió en la selva;
nunca volvió, según la tripulación, porque tenían que <<atender otros
recados>>”. No regresó hasta el día siguiente, con los resultados que
conocemos. Pero –enfatiza el capuchino navarro- ¿quién se va a hacer encargos
cuando ha dejado a dos personas en un campamento de indígenas hostiles?”. La
información que nos traslada el misionero hace recaer terribles sospechas sobre
las empresas dedicadas a la extracción del combustible fósil para quienes
“Labaka era un estorbo. Muchos piensan que la tripulación del helicóptero
estaba sobornada y que, de haber vuelto cuando prometieron, Alejandro e Inés
seguirían vivos”.
De la estirpe de Urdaneta
Como
asegura el hermano Azcona, que le conoció, si en algo resaltaba Alejandro
Labaka era en su humildad. “A pesar de su condición de obispo siempre
encontraba tiempo para escuchar a todos, y lo hacía con gran atención y de tú a
tú, fuera quien fuera”. Sin duda fue esta particularidad de su carácter la que
le llevó a dejarse la vida luchando por los derechos de aquellos que no tienen
voz. Para visitar a sus amigos, los indios huaorani -una de cuyas familias le
adoptó como hijo- Alejandro se desnudaba y adoptaba todas sus costumbres.
Debido a ello le pusieron el apelativo de “el misionero desnudo”.
Era
un misionero clásico, muy vasco, de la estirpe de Urdaneta y Francisco Javier.
Nació en 1920 en un caserío de Beizama, Guipúzcoa, en el seno de una familia de
11 miembros; se ordenó capuchino –bajo el nombre de Manuel de Beizama-
siguiendo el ejemplo de su hermano Manuel.
![]() |
Alejandro en Italia junto al padre Pío (fuente: capuchinos de Ecuador). |
Misionero en China y Ecuador
Los
primeros años de Alejandro en las filas de su congregación –que aprovechó para
estudiar Filosofía y Teología- coincidieron con la Guerra Civil y La Segunda
Guerra Mundial. Fueron años de tragedias terribles que convencieron al
religioso de que su misión en la vida era ayudar en los lugares más recónditos y expuestos. “Mi alegría sería inmensa si el
Espíritu santo se dignase escogerme, mediante su Reverencia, para extender la
Iglesia y salvar las almas en las misiones, que propiamente puedan considerarse
como tales y, sobre todo, en países de más dificultad y donde más haya que
sufrir”, le escribió a su superior. Sus deseos se vieron colmados cuando le
enviaron a la misión capuchina avanzada en la región china de Kansu, donde
cumplió su labor de 1947 a 1953. Desgraciadamente, con la llegada de la
Revolución cultural de Mao, fue expulsado y, tras una breve estancia en casa,
marchó para Ecuador. Allí no cejó hasta que le destinaron al destino más
peligroso: la misión de Aguarico, en el Oriente.
![]() |
Cadáver de Alejandro Labaka, tal y como fue sacado de la selva (fuente: capuchinos de Ecuador). |
Trabajo
entre los aucas
Nombrado Prefecto
Apostólico en 1965, participó en el Concilio Vaticano II donde defendió los
derechos de las minorías étnicas en la constitución sobre la Iglesia en el
mundo (circunstancia por la que algunos le han acusado de nacionalista
vasco). En esas fechas le escribe al
Papa Pablo VI lo siguiente: “Tengo en la
prefectura tribus salvajes, conocidas con el nombre de Aucas, que matan a
quienes entran en sus dominios y hacen también incursiones hacia las partes
civilizadas, donde siembran el terror con sus muertes. Recién nombrado Prefecto
Apostólico, he asistido por primera vez al sacrosanto concilio y he sentido muy
fuerte en mi interior el mandato de Cristo de predicar a todas las gentes,
especialmente a estos aucas”. Después
renunció a su cargo para cumplir este
mandato. En 1975 recibió el nombramiento de Obispo y pasó a residir en la
remota aldea de Nuevo Rocafuerte, donde conoció a una esforzada monja
Colombiana, conocedora del idioma auca, Inés Arango, que compartía sus ideales.
Después llegó el martirio.
Me gustaria saber cual fue exactamente la causa de por qué asesinaron a este hombre...Parece que si hacia tanto tiempo que convivia con esta tribu...tenían que conocerse bien unos a otros....Si fue la causa porque se pensaban que este hombre les quería imponer la religión cristiana o porque lo confundieron con otra persona....(si no estaban acostumbrados a ver gente que no fuera del poblado)
ResponderEliminarBien la causa fue la desconfianza de los tagaeri hacia el hombre civilizado; ellos no distinguen entre buenos y malos; ellos han sufrido mucho, han sido cazados como animales, así que no hacen distingos, a todo el que no es de su tribu lo matan.
ResponderEliminar